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martes, 25 de abril de 2017

SISYMBRELLA ASPERA

Los berros ásperos tienen flores amarillas sencillas
    
Sisymbrella aspera
Sisymbrella aspera



Bajo el talud que limita al barrio de San Martín, se extiende un terreno llano, improductivo y húmedo gran parte del año. Se encharcar de manera natural con las aguas que afloran de la capa freática situada bajo el suelo del pueblo. Estos días ese terreno está bastante húmedo, pero se puede atravesar para ver las plantas que ahora crecen; siempre que andes con atención y sortees las zonas anegadas, para no dejarte alguna zapatilla enfangada. Y ahí es donde, de nuevo, me he encontrado con esta planta de flores amarillas y cuatro pétalos en forma de cruz, la sisymbrella. 




Sisymbrella aspera





Y ha sido de nuevo, sí, porque me la había encontrado el verano pasado al norte de la sierra, en Grúmalo, cerca de la Cañada de los Roncaleses. Es un valle alto, con afloramiento de areniscas planas. Esas extensas losas tienen pequeñas depresiones, en las que se ha depositado una delgada capa de suelo y que forman badinas los días de lluvia. Bien, pues era a finales de junio y el lugar estaba reseco, como el abril de estos días. Las sisymbrellas formaban una maraña ramosa de silicuas, vainas granulosas (aspera) y solo quedaban algunas en flor, destacando sobre otras plantitas agostadas, propias de humedales.



Sisymbrella aspera




Éste es el hábitat de las sisymbrellas en los cinco países del Mediterráneo occidental, en los que únicamente está localizada.  Estos reducidos humedales están dispersos; y este hecho, junto con la roturación y el drenaje de estos pequeños terrenos empantanados temporalmente, hace peligrar que podamos disfrutar de su presencia y diversidad. De hecho, en el pueblo excavaron una gran zanja para evacuar el agua, con el tubo de desagüe más elevado que el terreno. Este hecho tan habitual hace que, por fortuna y mala cabeza, podamos seguir disfrutando de variedad de plantas propias de humedales por tiempo indefinido, sin necesidad de mayores desplazamientos.



Sisymbrella aspera




Esta planta no tiene nombre genérico ni en castellano ni en euskera y buscárselo debió de suponer a Carl Linneo un buen ejercicio de imaginación. Recurrió a un diminutivo de otro género de plantas crucíferas, sisymbrium, que aparecía en el Dioscórides romano aplicado a una especie de berro, pero que en grecia se aplicaba a una planta olorosa, según mención del comediógrafo Aristófanes, entre otros. Como en tantos otros casos, la pérdida de la referencia sirvió a los botánicos del S.XVIII para disponer de nombres latinos y aplicarlos a los numerosos géneros en que clasificaron las plantas y que ahora tanto me intrigan.

Sisymbrella aspera







Por lo demás, no he visto que se hayan publicado estudios botánicos específicos, aparte de los descriptivos y los que la localizan en el torno mediterráneo, llegando hasta en las inmediaciones del Atlas marroquí o en territorio argelino
Se ve que la familia de las crucíferas nos sirve para la alimentación por su follaje (las berzas o los berros), o para obtener aceite de sus semillas (la colza), pero que no ha tenido interés para la farmacopea. Pues bien, estas sisymbrelas deben servir, digo yo, para mostrar al menos la diversidad natural, proveer de polen a insectos varios y mantener floridos lugares poco productivos unos días de primavera.





Se conforman con poco y durante poco tiempo: parquedad en amarillo primaveral
   
Sisymbrella aspera

lunes, 10 de abril de 2017

DIANTHUS HYSSOPIFOLIUS

Las clavelinas de los caminos de por aquí y por allá
   
Dianthus hyssopifolius 
Dianthus hyssopifolius 




Subir a la sierra por el pestoso Camino de la Piedra tiene el atractivo de encontrarme en el sendero hacia los arcos con clavelinas, txulufraiak, de penetrante fragancia y pétalos rosáceos con flecos. Las encuentro también en los senderos de Leyre y por entre los pinos de El Castellón, entre la hierba y los bojes. 
Y qué menos que ponerse un par en un ojal de la camisa; no hay peligro, tienen raíces profundas y pronto darán nuevos tallos.







Dianthus hyssopifolius 






Estas clavelinas llevan en su nombre lo divino de su fragancia, dianthus, las flores (anthos) de dios, según la síncopa que empleó Linneo. Parece ser que el nombre dianthus ya fue aplicado en el S. IV a.c. por el filósofo griego Teofrasto a unos claveles vistosos y no olorosos; vamos, como los que nos encontramos en los puestos de flores, con muy buen aspecto pero sin la gracia del perfume.








Dianthus hyssopifolius 






El gran Teofrato –el de la frase divina-, natural de Ereso en la isla de Lesbos y discípulo de Aristóteles, está considerado como “padre de la botánica” por sus dos extensos tratados sobre plantas.
En el tratado Περὶ φυτικῶν ἱστοριῶν 
-Sobre la historia de las plantas- propone una primera clasificación de las plantas: árboles, arbustos, subarbustos y hierbas. 
En el otro,  Περὶ φυτικῶν αἰτιῶν 
-Sobre las causas de las plantas-, estudia sus formas de reproducción y difusión. En él trata también del olor; así que supongo que no pasaría por alto el de estas clavelinas.





Dianthus hyssopifolius 




Es su fragancia lo que hace que las clavelinas me resulten tan atractivas y las fotografíe más de una vez en mis paseos montañeros. 
Sin notarlo en un principio, he visto clavelinas atípicas. Aunque generalmente tienen flores hermafroditas, con estambres y pistilos, en alguna ocasión las clavelinas sólo tienen pistilos, careciendo de estambres. 
Así mismo la coloración de los pétalos suele ser rosácea, aunque no es raro verlas con flores blancas. 







Dianthus hyssopifolius








Que estas clavelinas tengan como nombre específico hyssopifolius, tiene su aquél. La forma de las hojas o quizá su fragancia, le recordó a Linneo los caracteres de otra planta olorosa, el hisopo, que no se da por aquí. Sólo conozco la versión metálica y húmeda eclesiástica. 
Si bien es verdad que humedeciendo las hojas de hisopo se solían hacer aspersiones perfumadas, creo yo que serían aspersiones alejadas del carácter agresivo de eso de santificarte a fuerza de hisopazos.







Tras la fragancia de las violetas, 
el suelo nos envía los nuevos aromas de las sonrosadas clavelinas
    
Dianthus hyssopifolius