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viernes, 29 de abril de 2016

VINCA DIFFORMIS

Una planta de ambiente bucólico, que se ha enredado con la historia 
      
Vinca difformis
Vinca difformis


En la margen izquierda del Irati, a día de hoy, frondosos chopos protegen una zona umbrosa junto al puente de hormigón armado, que durante décadas soportó el rodar vacilante del tren y que mostraba entonces un aspecto desolado. Una vez bajada la soleada calle Chocarrera, uno se acerca a la sombra de la orilla, animada por el correr del agua una fuente, el sonido del río, la intrincada vegetación de ribera y el colorido verdiblanco de las vincas que ocultan el sendero. El actual aspecto bucólico del lugar, ahora me entero, es un indicador del cambio climático ocasionado por el aumento de CO2, que hace que la Tierra sea más verde que cuando el tren cruzaba el puente, según un estudio publicado en la revista Nature Climate Change.
Vinca difformis







Las vincas (amitzak, en euskera) tienen un nombre con resonancias latinas (vincular, unir: al parecer de algunos, servían para entrelazar coronas). Aparece citada por Plinio en su Historia Naturalis como vinca pervinca; si bien sólo la menciona de pasada, señalando que se emplea para hacer labores y figuras o suplir la falta de otras en los jardines. Carlos Linneo recogió este nombre en su clasificación de las plantas Species Plantarum. Luego, avanzado el S.XVIII, fue el botánico narbonense P.A. Pourret quien describió las características de la especie difformis.





Vinca difformis



Pues bien, Pourret fue un abate que no se plegó a las condiciones impuestas en materia religiosa por los revolucionarios franceses y se exilió en España con su bagaje científico y religioso, en dirección opuesta a la que se viajaría desde estos pagos en los dos siglos posteriores. Fue nombrado profesor y director del Jardín Botánico de la Universidad de Barcelona, subdirector del de Madrid. Pasó a ser canónigo de la catedral de Orense y, luego, canónigo-tesorero de la de Santiago de Compostela, donde enseñó y murió. Legó su estimado herbario a la Facultad de Farmacia y hoy día se conserva en la Complutense. ¡Hurra por Pourret!, un francés que en aquella época convulsa nos dejó algo bien distinto de pólvora y teas, con las que otros incendiaron San Sebastián.

Vinca difformis



Durante muchos años no hizo falta la descripción de los detalles de esta vinca para que los boticarios y curanderos la identificaran y la emplearan en tratamientos curativos de los más diversos achaques. Son numerosas las webs que enumeran las múltiples aplicaciones; sirva como ejemplo la de Buena Salud, en la que se mencionan doce, si no me he dejado alguna. Efectos tan dispares, por necesidad han de tener resultados contradictorios.
 Por fortuna, en más de una web se advierte de que puede tener efectos secundarios, que se deben tener en cuenta antes de usarla en forma de extracto líquido, polvo, tintura o infusión. De esta manera, se advierte de que pueden ocurrir alteraciones linfáticas y hematológicas graves
No sé, con todo, si estos efectos nocivos se darán también cuando se toma bajo la forma de vino aperitivo.

Vinca difformis




Una vez más, la pista de los usos tradicionales ha llevado a investigar los componentes bioquímicos de las plantas y a averiguar los efectos constatables sobre los más variados aspectos de la salud alterada o por alterar. De esta manera se ha encontrado que esta vinca tiene un alcaloide que se le ha puesto el nombre de vincamina (para qué andar a vueltas con el nombre), que tiene efectos vasodilatadores. Además de efectos adrenolíticos sobre el sistema simpático y efectos espasmolíticos para calmar los impulsos involuntarios de ciertas dolencias neurológicas.
 ¡Vamos! que las vincas han resultado ser una mina para la farmacopea moderna y la calidad de vida de muchos de forma segura.




Habrá que convenir que no hay mal cambio climático que por bien no venga
    
Vinca difformis

lunes, 11 de abril de 2016

VIOLA ALBA

DE LA FRAGANCIA DE LAS VIOLETAS, A LA DE LOS TUBOS DE ESCAPE 
Y… AL MUTUALISMO
    
Viola alba
Viola alba



Ocurría hace unos años, al andar por el chopar de Miguelón. Este chopar estaba en la orilla izquierda del Irati, aguas abajo del vado. Entre los chopos, al final del invierno, la hierba era abundante, alta, pajiza y descolorida. Pisarla producía un sonido crujiente, como al pisar rastrojos. Sucedía que, al mismo tiempo, perci-bías un perfume fragante que, a primera vista, no sabías de dónde provenía: el perfume de las violetas ocultas entre la hierba. Por el color de-berían destacar, pero su pequeño tamaño las di-simulaba; no sabría decir cuántas habría pisado antes de detenerme a mirarlas. 
¡Qué horror y sin darme cuenta!





Viola alba




Esto ocurría hasta hace unos años. El chopar estuvo… hasta que llegaron los ingenieros con sus planos, excavadoras, hormigoneras, obreros con casco y demás elementos necesarios para plantar las columnas, zapatas, planchas y pane-les de la autovía A-15. No sé si se dieron cuen-ta de esos detalles florales, aunque contaran con los informes formales de impacto ambien-tal. La escabechina que organizaron se justifi-caba porque la obra facilitaría llegar en un plis plás a las pistas de esquí y arrasar la vegeta-ción de montaña. Pusieron unos arbolitos, que se han secado, y ¡qué bien! ya habían cumpli-do con la normativa medioambiental.




Viola alba


Cuando uno aún podía sestear en el chopar, no sabía la degollina que se avecinaba y una tarde osé extraer, con mala conciencia, un par de violetas para trasplantarlas al patio de casa. Es así como de la mala conciencia por sustraer dos he pasado a la mala conciencia por no haberlo hecho con doscientas. Cosa parecida me pasó con los bojes del pinar, viendo ahora la sarracina de los madereros, que han arrasado, con total impunidad, miles de plantitas de boj y metros cúbicos de tierra orgánica superfi-cial del pinar la pasada temporada.



Viola alba



Por fortuna, en la orilla derecha del Irati tam-bién hay violetas olorosas y mezcladas con las de color blanco, que dan nombre a la especie, alba. Además, aquel par de violetas son ahora cientos en el césped del patio, porque las violetas se propagan mediante estolones, unas prolongaciones que suelen echar raíces en los nuevos brotes. De esa manera fueron ocupando el espacio libre alrededor de la planta original. Pero, sorprendentemente ahora veo que hay cantidad de violetas en cualquier rincón del patio, lejos de las primeras y cuya explicación está en otro procedimiento de reproducción mucho más sofisticado.


Viola alba







No sé en qué momento de la historia de la evo-lución, las violetas percibieron que a su alrede-dor se movían unos bichitos negros que salían y entraban en perfecto orden de agujeritos: eran las hormigas. Un sentido, que los científicos no han encontrado todavía en las violetas, les hizo notar que las hormigas acarreaban semillas de trigo y de euforbios, sin hacer caso de las su-yas. Si consiguieran que las hormigas alejaran también sus semillas y las enterraran en sus ni-dos, tendrían asegurada otra forma de supervi-vencia, supusieron las violetas sabias.


Viola alba y semillas








Después de pensarlo, dieron con la solución:
añadir a sus semillas un eleosoma, una pequeña parte crasa, atractiva para las hormigas. Las hormigas se nutrirían con ese añadido eleosoma y dejarían la semilla intacta y lista para germi-nar. Además, las semillas que no recogieran las hormigas y conservaran el eleosoma raramente germinarían y no entrarían en competencia con la planta original: todos contentos y ahora po-demos disfrutar de violetas por los alrededores de casa.








Un ejemplo natural de para qué sirve el mutualismo
ayuda mutua para aprendizaje en la escuela y en la vida

Viola alba